domingo, 27 de mayo de 2007

MARTÍN RAMÍREZ. Un destino... sin escape. (continuación)

(Sigue desde la entrada de abajo)
...Su peculiar historia:

MR: Autopista y túnel
…En algún momento posterior al cambio de siglo, pues, Ramírez cruzó la frontera entre el Norte de México y California, seguramente con la intención de conseguir dinero para su (hipotecada) hacienda y su incipiente familia. La adaptación al nuevo País no debió de ser fácil. Algunas informaciones indican que Ramírez llegó a California en 1915 (dándole nacido en el 1885). Otras no lo sitúan allá hasta 1925. En realidad, no se sabe con certeza (como ya dije) en qué año nació el que es, según ha dicho Roberta Smith, la crítica de arte del NY Times, “uno de los pintores más importantes del SXX”.

Se dice, se comenta, en ese rastro tan diluidamente trazado, que Martín trabajó en una Lavandería, que tuvo diversos empleos temporales, pero parece definitivamente confirmado que Ramírez trabajó en el Ferrocarril. Debió embarcarse apenas unos años en los ferrocarriles californianos, (California en realidad es –era- como un gran país) en torno a la década de los 20. No cabe duda de que aquélla monstruosa infraestructura de humo y acero (apenas introducido por aquél entonces en su propio país) debió fascinarlo, pues aparece luego recurrentemente en sus pinturas. …Es como si a partir de ese mismo momento, se empezase a internar en una ensoñación, en un mundo que no era del todo real, pues Ramírez desconocía la lengua, la cultura le era ajena (a aquella suya propia, la derivada de un ranchito en los altos de Jalisco, de su amado caballo…) y para colmo, en esa época, en la que comprende que no podrá volver a su tierra, le llegan noticias desde allá: ha estallado la Revolución Cristera. Su familia fue abordada; su hermano le escribe, comunicándole que se hizo pasar por el marido de su mujer (la de Ramírez) para no morir fusilado por los Cristeros; que han matado el ganado y quemado las tierras… Ramírez, desvalido y extraño en un mundo nuevo, se siente traicionado. Injustamente traicionado, y tal vez no sabe muy bien por qué. Malentiende la carta, según se infiere de su propia respuesta (de bastante tiempo después) a su hermano: lo acusa de haber traicionado a los revolucionarios, de no haber defendido su tierra y sus posesiones; de haberse vendido a los federales, al Gobierno. No tarda en perder su empleo en el ferrocarril. Su rencor, su desapego hacia todo y hacia todos (y hacia “los suyos”) no debió tardar en crecer. Comienza a vagabundear, sin techo, por la vasta región sur de California.



¿…Cuántos años estuvo así? Nadie lo sabe con certeza. Unas informaciones hablan de un limbo entre el año 15, y el 30. Otras (las que le dan nacido en el 95), señalan que fue entre el 25 y el 33 aprox, que Ramírez vagó solo. El caso es que en torno al 30-33, Ramírez es detenido por la policía de L.A., y conducido primero a un hospicio “Pershing Square”, y luego a un hospital siquiátrico, el “Dewitt Statal Hospital “ de L.A..



¿…Qué pasó en esos años? ¿Qué paso por su cabeza en esos años que vagó sólo?
¿Alguien lo podría decir? Ninguno de tantos que se lanzaron a dar aventuraciones sobre la vida del pintor, se adentra a explicar las sensaciones, las realidades, o los ensueños, en los que la mente del enajenado Ramírez, en un limbo (en cualquiera de los casos, piénsenlo) tan extenso de tiempo, se pudo adentrar…



He aquí, en mi opinión, el punto neurálgico, el nudo clave de la historia. El lugar desconocido. El momento en que algo termina, o muere, el momento en que algo empieza. La historia de un hombre desaparecido, y no vuelto a encontrar. El enigma “Martín Ramírez”.



(..) Alguien ha dicho que los dos mayores desvelos de M.R. en la vida –del Ramírez que emigró a USA al menos- eran su caballo, y su revólver, que siempre cargaba a todos lados. ¿Cómo llegó a dibujar, a volcar todas sus aspiraciones en el dibujo, un tipo de hombre así? ¿Un hombre recio, uno de esos charros que gustan de contemplar sus escasas posesiones a caballo, y tal vez dirimir los encontronazos de bar con el revólver en la mano? …Lo que parece seguro es que este cambio se debió de empezar a producir a finales de los 20, cuando aún se carteaba con su familia, y hacía pequeños dibujitos en los márgenes del papel… Los temas favoritos de MR nunca desaparecieron, sin embargo. Ya en los sucesivos siquiátricas por los que habría de pasar, (en un periplo de traslados, intentos de escape, regresos voluntarios desde la “intemperie exterior”) comenzó a buscar y confeccionar obsesivamente cualquier tipo de amplia superficie, más o menos blanca, sobre la que habría de trazar recurrentemente sus enigmáticos dibujos: mexicanos a caballo, hombres armados, siempre insistentemente encerrados en rectángulos (a modo de marcos, de escenas) que los aprisionan indefectiblemente. Observadores desde extrañas habitaciones (siempre a modo de marcos o encuadres) que observan paisajes -demasiado lejanos- elaborados a partir de repetitivas curvas… Trenes que, una y otra vez, se encaminan a túneles, a montañas, a agujeros de formas fantásticas o misteriosamente orgánicas… Hay algo hermético en la obre de MR, como lo podría haber en la de De Chirico o Ernst, como si realmente estuviera intentando hablar desde un limbo (su propio limbo) que le mantuviera alejado del mundo. Como un lenguaje balbuceante, que sólo acierta a dar pálidas, distorsionadas, enfermizas (por repetitivas) imágenes de una realidad demasiada lejana, o ausente, o perteneciente tal vez a otro tiempo y otro lugar, como para que el autor pudiera incluso acertar a acercarse ni remotamente a ella. Imágenes lanzadas como desde una habitación cerrada, ignota, desde la que sólo pudieran recordarse, ensoñarse, los insistentes y obsesivos ecos de una vida vivida, demasiado intensamente, hace demasiado tiempo. Su propia habitación del psiquiátrico.



Hacia mediados de la década de los 50, cuando MR llevaba ya más de 20 años confeccionando (con pedazos de papel de estraza, trozos de revistas, cola que él mismo fabricaba con miga de pan y su propia saliva) sus extrañas visiones, un joven doctor (Tarmo Pasto), en plena tesina sobre las relaciones entre las enfermedades mentales y los modos de epresión, visita con sus alumnos el hospital Hewitt, y descubre por casualidad la obra. Obra que el mismo hospital llevaba años destruyendo, temerosos tal vez de que pudiera contagiar una supuesta tuberculosis de MR. El autor, dicen, llevaba desde que fue encerrado (sobre el 33) en una mudez total de la que era incapaz de salir; por la cuál le habían diagnosticado paranoia catatónica (enfermedad por la que se supone que el enfermo se encuentra aislado de todo sistema de comunicación con el entorno). Tal vez MR era en realidad un “catatónico sentimental”.



…Simplemente, al parecer, se presentó con varios de sus dibujos en sus brazos (ver foto) al doctor Pasto, sin mediar palabra. Ramírez, en una señal de inteligencia que parece contradecir su diagnóstico, había escondido algunos para salvarlos de la “quema”. A partir de ahí, su fama como paranoico con dotes geniales para la expresión se empieza a extender como la pólvora por el mundillo de los marchantes y coleccionistas, que a la sazón saben vender muy bien historias artísticas turbulentas. Hubo varias exposiciones (las últimas, con gran éxito) de la obra de MR estando este aún con vida. Sin embargo, es dudoso que el desdichado llegara alguna vez a enterarse, a intuir, lo que realmente empezaba a suceder con su “legado”. Incluso al final de sus días, su “mecenas” el doctor Pasto, se alejó del paciente-genio, ocupado en viajes y negocios de otra índole que le sorprendieron lejos cuando la vida de MR se extinguía en el “Dewitt Statal”.



(..) No fue sino después de muerto –como suele suceder- cuando la obra de MR empieza a cotizarse a precios astronómicos, a alcanzar los grandes museos y colecciones. Durante algún tiempo, galeristas y marchantes ocultaron su leyenda, dejándola estar en el borroso y anónimo mito que favorecía a su creciente cotización y, por ende, a sus propios bolsillos…



…Esta es la historia pues, de cómo nuestras preocupaciones y asuntos de cada día, en nada pueden remitirse o tener que ver con la larga línea o trayectoria de nuestra vida. De cómo nuestros miserables avatares diarios, que nos obsesionan y enfurecen o alegran, o deprimen,…, tal vez en nada correspondan con lo que del porvenir se quede de nosotros: la elevación a mito de la historia o… o el más miserable olvido.
…Así que piénsenlo, por un momento, cuando vuelvan a cruzarse con alguno: tal vez ese vagabundo de la acera, aquél que camina con pasos largos, desacompasadamente, con su mirada turbia perdida (en su propio mundo), ese que va desarreglado, con grises cejas y bigote; a quien la señora mira con desagrado al pasar a su lado; ese mismo, tal vez, sea luego recordado por alguna especialista de arte del New York Times (NYT), como “uno de los más grandes pintores del siglo… XXI”

1 comentario:

Anónimo dijo...

un placer acceder a tu blog... no obstante no he conseguido lo de las fotografías... he colocado otro chiste... aver qué te parece.
Gracias