jueves, 28 de mayo de 2009

XI. Merodeando de nuevo

En mi trabajo, hay una consigna que te repiten siempre, que se hace imprescindible una y otra vez en las absurdas charlas y cursillos que nos dan, con frecuencia ejecutivos desplazados desde EEUU( con aspecto de conductistas, facha impecable, y gestos rápidos y drásticos), y es: nunca dudes. No dudes, ni mucho menos hagas dudar a un cliente, eso jamás. Ten la suficiente confianza en ti mismo, y sobretodo, si no la tienes, aplícala, sácala de donde sea, para que tus obras, tus acciones y sobretodo –esto es lo más sagrado- tus presentaciones, se revistan ante el cliente de la mayor de las certezas y autoconfianzas posibles. También nos dicen que procuremos aplicar estos criterios a nuestras vidas personales (disculpen, pero no me suele gustar hablar demasiado sobre mi trabajo, así que no me extenderé al respecto…)

Una vez, sin embargo, se me ocurrió, desdichado de mí, levantar tímidamente un dedito al final de una de esas charlas (yo que en el cole siempre me sentaba atrás y jamás abría mi boca si no era imprescindible) y preguntar: “oiga… ¿y qué ocurre si uno no está seguro, o tiene… digamos… fundadas dudas de que el producto que le está ofreciendo al cliente como la panacea, no va a ser realmente lo mejor para él?”

Fué el acabose. El tipo conductista yanqui de la americana se echó las manos a la cabeza, como dejándome por imposible, y no sé muy bien qué más pasó, creo que directamente dio por acabada la charla, como diciendo ‘estos no se han enterado de nada’ entre el revuelo que se había armado, y se largó. Creánme que alguno de mis compañeros aún me habría de haber felicitado como a un héroe, que no lo hicieron, y sin embargo sí recuerdo la mirada desaprobatoria de mi jefa desde el estrado…

…Ahora bien, yo me pregunto: –de nuevo, como hice entonces- …si no estás seguro, si no estás cien por cien en la certidumbre de que lo que estás vendiendo, de que lo que estás haciendo, es lo mejor, lo que deben hacer con sus negocios, con sus vidas –o con la tuya- en cada caso… ¿debes amarrarte a una certidumbre de algo que es sólo una creencia y decirles ‘tome, debe de hacer esto; esto es lo que usted necesita y nada más’? Seguramente sí. …Seguramente lo que hace funcionar al mundo es el ensayo y error; el que se reviste de certidumbre, el que prueba, que se pega la hostia… y luego vuelve a empezar otra vez (si vuelve), frente a la mente privilegiada tal vez, que se pasa el día valorando las opciones, dudando de que nunca sean las adecuadas y finalmente, por pura probabilidad, desechándolo todo y no haciendo nada.

Disculpen la omilía, pero en estas mismos devaneos mentales andaba yo esta tarde, a eso de las 6, cuando decidí que haría caso a los monitores ‘conductistas’ de mi empresa, que siempre me dicen que nunca debo dudar. Decidí que no les llevaría el dossier a los de INOTECS. O al menos, que esta tarde, no.
(...)

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